Al
ser informado sobre el suceso y la muerte de tantos alemanes, Hitler
montó en cólera y el ministro alemán de Asuntos Exteriores
necesitó seis horas para tratar de calmarle. Debido
a la excitación, Hitler ordenó el bombardeo de Valencia (sede
del gobierno) como contrapartida por este ataque.
Tras ser aconsejado
por sus asesores militares, decidió el bombardeo de Almería,
al ser una ciudad sin defensas militares de importancia así como
para evitar un gran eco internacional. Por otro lado, Almería se
encontraba dentro de la zona de control marítimo alemán.
En
la madrugada del 31 de Mayo,
los alemanes se tomaron la venganza. El acorazado de bolsillo Admiral Sheer apareció
junto a cuatro destructores alemanes:
el Albatros, Leopard, Seeadler y Lluchs. A
las 7:29 de la mañana abrieron fuego contra las baterías de costa,
las instalaciones portuarias y cualquier barco que se encontrase en
el puerto. La escuadra alemana realizó en total unos 200 disparos,
antes de retirarse ante la creciente actividad de las baterías
costeras republicanas; Finalmente,
se saldó con 19 muertos, 55 heridos y 35 edificios
destruidos. Investigaciones
más recientes sitúan el número de muertos en 31.
Al
revés de los sucedido semanas antes en Guernica con
los aviones de la Legión Cóndor,
los buques alemanes en ningún momento ocultaron su nacionalidad, ni
pretendieron actuar como apoyo subordinado al bando sublevado,
sino como fuerza naval que ejecutaba órdenes directas del III Reich.
El
bombardeo duró casi una hora y los 275 disparos que se efectuaron,
94 de ellos con cañones de 280 mílimetros, cayeron sobre la ciudad,
sin que las baterías de costa pudieran hacer nada porque sus cañones
no tenían alcance suficiente para llegar hasta donde se encontraba
la flotilla alemana. Toda la ciudad de Almería se vio afectada y
entre los edificios dañados se encontraban la catedral de Almería,
la iglesia de Santiago, dos hoteles, un banco, el mercado, la escuela de artes, la estación de ferrocarril,
el ayuntamiento y
la sede de la Cruz roja internacional.
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