miércoles, 21 de junio de 2017

Posguerra

La experiencia individual de la posguerra en Almería fue semejante a la dada en cualquier provincia de España con escasas variaciones. Los aparatos de propaganda del  Nacional Catolicismo y del Movimiento Nacional se ocupaban de extender sin excepciones un discurso triunfalista por todo el territorio nacional. Lo hicieron a costa de mantener desinformados a sus ciudadanos de los avances de los ejércitos aliados frente al alemán en la Segunda Guerra Mundial; de ocultarles las reivindicaciones de Don Juan desde Estoril, como sucesor legítimo a la corona, de una Constitución refrendada por el pueblo español; de hacerles ignorar las resistencias del maquis; o de escamotear cualquier reunión clave de la oposición antifranquista para superar la dictadura como el III Congreso del PSOE en Toulouse.
La represión franquista era igual de implacable en Almería que en Huesca, con algunas diferencias geográficas que el franquismo lamentaría no poder superar. Ya se tratara de una provincia con salida al mar o sin ella, la represión era, en todo lugar, a puerta cerrada.
Por ello, el episodio personal sufrido por José Siles Artés es un testimonio imprescindible del “exilio interior” de un joven -entre los trece y los veinte años- en una España reservada para la clientela política afecta al régimen. Su obra, Al pie de la Alcazaba (1943-1950) (Instituto de Estudios Almerienses, 2012) *, es testigo de una represión política que cabe perdonar pero no olvidar. Trasladado
de Garrucha a Almería para buscar alguna salida familiar,  comprueba, en primer lugar, que el régimen ya había destrozado el monumento a los “Coloraos”, levantado en homenaje a veintidós militares ejecutados en 1824 por su osadía de demandar la vigencia de la Constitución de 1812 en 1824. El Régimen despreciaba cualquier manifestación de liberalismo por lejana que fuera. Cuarenta años hicieron falta para reponer la recreación de este memorial progresista demolido. Los niños de la época estudiaban en las aulas bajo la lápida conmemorativa del que había muerto en los campos de Rusia integrado en la División Azul. Así que sólo cabía callar o disimular cualquier pasado republicano e inclinar la cerviz si querías sobrevivir. Se trataba de un destino humillante, compartido por millones de hombres y mujeres, y no sólo por figuras históricas admirables. Este libro de José Siles Artés es la memoria necesaria de millones de seres ignorados, sin palabra. Si el estructuralismo francés daba cuenta de la existencia del gato sin describir sus uñas, tan sólo relatando el estremecimiento nervioso de unos aterrorizados ratones, estas memorias dan cuenta de la dictadura del Caudillo sin describir la capacidad castradora del general Franco sino testificando el terror y la miseria social padecida por los perdedores.
Esta generación del exilio interior se quedó, muchas veces, sin palabra, girando alrededor de un lenguaje cargado de subordinadas, un lenguaje que chirría y no discurre. En cambio, José Siles Artes ha protegido un lenguaje directo, ágil y sencillo contra el  enmudecimiento y el enredo de la represión. Lo ha salvado. Catedrático de filología inglesa y traductor de PoeChaucerColeridgeKeats y tantos otros, ha hecho bueno el consejo de Borges de no incurrir en el barroco español. A él no le tiene que enseñar un inglés a escribir un buen español con la frase corta y excelentemente construida. Ha logrado una transparencia admirable en el lenguaje. Su escritura discurre sin la morosidad del circunloquio. No se mezcla nunca con la ampulosidad y la grandilocuencia hueca de los bandos franquistas. Le chocará al lector ver como Siles intercala estos textos cadenciosos y cicateros de la dictadura sin hacer paráfrasis de ellos, sin hacerlos suyos bajo ningún concepto.
El daño político fue objetivo e  inmenso para millones de republicanos atrapados en su país por muchas décadas. No queda duda de que la altura moral de su narrador permanecerá con estas memorias. Un personaje, él mismo, sobresaliente que permanece alerta ante los desmanes del franquismo. Saltó el muro infranqueable de la dictadura. Se desarrolló intelectual y vitalmente. ¿Pero quién no sale tocado de aquel infierno? Venció pero no triunfó. Aquellos truculentos años permanecen en el recuerdo como el secuestro al que a nadie se puede condenar. Ni a los afanados en demostrar su musculatura corporal e intelectual en la existencia más denigrada. Nadie sale indemne de aquella existencia vejatoria. Ah infeliz destino, aquel que pueda depararnos algo semejante.

El fin de la guerra


A finales de marzo de 1939, como en el resto de España, la guerra se acababa en Andalucía. Desde la caída de Málaga y el posterior avance de las tropas franquistas hasta posiciones cercanas a la provincia almeriense, hechos producidos un par de años antes, apenas habían variado los frentes de batalla en la región. Es decir, tras finalizar el primer invierno vivido en conflicto, el Gobierno republicano sólo ejercía el control en las provincias de Almería y Jaén (salvo unos pocos municipios en esta última), en las comarcas orientales de Granada (Guadix-Baza) y en algunas localidades del norte de Córdoba. Así, cuando había transcurrido poco más de un semestre de guerra, los sublevados ya habían dominado seis de las ocho capitales andaluzas, permaneciendo únicamente Almería y Jaén en zona republicana. De hecho, la provincia almeriense fue la única que se mantuvo íntegramente en dicha zona durante todo el tiempo que duró el enfrentamiento armado. Además, no llegaron a existir frentes de guerra establecidos en su circunscripción durante los 33 meses que duró el conflicto.

Hubo dirigentes del bando republicano que no quisieron salir de España, ya fuera por el convencimiento de no haber cometido ningún delito, o por creer en la “paz honrosa” que intentaba negociar el coronel Casado con Franco. Otros, en cambio, más realistas y conscientes de la represión que se iba a iniciar por parte de los vencedores, intentaron huir al extranjero. Algunos, como Manuel Alférez, alcalde de la capital, o Cayetano Martínez Artés, presidente del Consejo Provincial, no lo consiguieron y, tras juicio sumarísimo, fueron fusilados a los pocos meses de terminar la guerra. Los principales dirigentes del PCE o la JSU, a pesar de que muchos de ellos habían estado detenidos hasta el día 28 de marzo, consiguieron escapar en un barco en la madrugada siguiente, pocas horas antes de que los franquistas dominaran la ciudad. 

Quema de Templos

Durante la Guerra Civil (1936-1939) fueron numerosos los edificios que sufrieron la destrucción, el saqueo o pastos de las llamas, o los numerosos bombardeos que sufrió la cuidad de Almería. También se destruyeron numerosas imágenes religiosas que eran las que constituían el Patrimonio Histórico-Artístico Almeriense de aquel entonces. Este trabajo de investigación es de María Isabel García Sánchez y es un recorrido por edificios e imágenes religiosas que se destruyeron, “La destrucción artística de Almería en la Guerra Civil: imágenes de tradición almeriense”: http://www.dipalme.org/Servicios/Anexos/anexosiea.nsf/VAnexos/IEA-BL11-c10/$File/BL11-c10.pdf

BOMBARDEO ALEMÁN

Al ser informado sobre el suceso y la muerte de tantos alemanes, Hitler montó en cólera y el ministro alemán de Asuntos Exteriores necesitó seis horas para tratar de calmarle. Debido a la excitación, Hitler ordenó el bombardeo de Valencia (sede del gobierno) como contrapartida por este ataque.

Tras ser aconsejado por sus asesores militares, decidió el bombardeo de Almería, al ser una ciudad sin defensas militares de importancia así como para evitar un gran eco internacional. Por otro lado, Almería se encontraba dentro de la zona de control marítimo alemán.
En la madrugada del 31 de Mayo, los alemanes se tomaron la venganza. El acorazado de bolsillo Admiral Sheer apareció junto a cuatro destructores alemanes: el AlbatrosLeopardSeeadler y Lluchs. A las 7:29 de la mañana abrieron fuego contra las baterías de costa, las instalaciones portuarias y cualquier barco que se encontrase en el puerto. La escuadra alemana realizó en total unos 200 disparos, antes de retirarse ante la creciente actividad de las baterías costeras republicanas; Finalmente, se saldó con 19 muertos, 55 heridos y 35 edificios destruidos. Investigaciones más recientes sitúan el número de muertos en 31.

Al revés de los sucedido semanas antes en Guernica con los aviones de la Legión Cóndor, los buques alemanes en ningún momento ocultaron su nacionalidad, ni pretendieron actuar como apoyo subordinado al bando sublevado, sino como fuerza naval que ejecutaba órdenes directas del III Reich.


El bombardeo duró casi una hora y los 275 disparos que se efectuaron, 94 de ellos con cañones de 280 mílimetros, cayeron sobre la ciudad, sin que las baterías de costa pudieran hacer nada porque sus cañones no tenían alcance suficiente para llegar hasta donde se encontraba la flotilla alemana. Toda la ciudad de Almería se vio afectada y entre los edificios dañados se encontraban la catedral de Almería, la iglesia de Santiago, dos hoteles, un banco, el mercado, la escuela de artes, la estación de ferrocarril, el ayuntamiento y la sede de la Cruz roja internacional.

RESUMEN DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA EN ALMERÍA

En Almería, como es sabido, la Guerra Civil se desarrolló durante su totalidad bajo dominio republicano, sucediéndose momentos en los que el control político y social quedaba en manos de los comités obreros, de una u otra manera vinculados al comunismo y a las organizaciones obreras y otras etapas en las que los gobernadores civiles, en especial Gabriel Morón, trataban -y en ocasiones conseguían- de contener ese control 'no legítimo'.

Especialmente en los momentos de control obrerista, aunque también en algunas fases de un mayor dominio por parte del gobierno republicano a través de la figura del gobernador civil, el modelo de represión campó a sus anchas en la ciudad y la provincia.a Guerra Civil, tan sesgadamente recordada en ocasiones y tan olvidada en otras, nos ha dejado un impagable testimonio sobre los derroteros por los que puede acabar discurriendo una sociedad cuando se olvidan principios básicos como aquello de que la libertad de uno acaba donde se inicia la del otro o cuando el odio sustituye a la convivencia y el respeto.



La Segunda República supuso un cambio sustancial de principios, algunos de ellos tremendamente injustos, sobre los que se había construido el marco convivencial, institucional y político de la España de inicios del siglo XX.





ALZAMIENTO DE ALMERÍA

La desconfianza de los milicianos y defensores de la República fue en aumento haci los militares almerienses. Los oficiales se inclinaban hacia la sublevación, por ello llegan a la ciudad masas de obreros y campesinos venidos de los pueblos.

El 20 de julio de 1936 el teniente coronel de Infantería Juan Huertas Topete, comandante militar de la plaza y jefe del Batallón de Ametralladoras 2 y de la Caja de Recluta, auxiliado por el comandante del Cuerpo de Carabineros Toribio Crespo Puerta y con el asentimiento de la mayoría de los jefes y oficiales destinados en la capital, procedió a declarar el estado de guerra, detuvo a los militares adictos al Gobierno, ocupó la Casa del Pueblo y sitió el edificio del Gobierno Civil -donde se hallaban reunidos, entre otros, el gobernador civil de la provincia, Juan Peinado Vallejo, y el diputado socialista por Almería Gabriel Pradal Gómez.

A las siete de la mañana del día 21, Huerta Topete, gobernador militar envía a Queipo de Llano y a Franco un telegrama expresándole que "ya ha declarado el estado de guerra y tiene a las fuerzas en la calle". A esas horas se indigna con los falangistas pues, a pesar que Radio Almeria invita a unirse a la sublevación, sólo se presentan 15 civiles.

El capitán del buque, capitán de Fragata Valentín Fuentes, envía a Huertas un ultimátum amenazándole de atacarle si no se rinde. En ese momento Franco también mandaría un mensaje contundente, invitándole a no parlamentar con el barco Lepanto, fiel a la República y le amenaza con pedirle cuentas por posible cobardía. Huerta Topete ante la indecisión y la situación contacta con Valentín Fuentes, que le ordena que se rinda, y se atenga a las condiciones de rendición del gobernador civil. A las 12:45 Almería queda rendida. 
Todos los sublevados fueron apresados y conducidos al barco "Astro mendi" destinado a cárcel del pueblo, y allí los fusilaron junto a todos los que se adhirieron a la sublevación. a cárcel del pueblo, y allí los fusilaron junto a todos los que se adhirieron a la sublevación.