miércoles, 21 de junio de 2017

El fin de la guerra


A finales de marzo de 1939, como en el resto de España, la guerra se acababa en Andalucía. Desde la caída de Málaga y el posterior avance de las tropas franquistas hasta posiciones cercanas a la provincia almeriense, hechos producidos un par de años antes, apenas habían variado los frentes de batalla en la región. Es decir, tras finalizar el primer invierno vivido en conflicto, el Gobierno republicano sólo ejercía el control en las provincias de Almería y Jaén (salvo unos pocos municipios en esta última), en las comarcas orientales de Granada (Guadix-Baza) y en algunas localidades del norte de Córdoba. Así, cuando había transcurrido poco más de un semestre de guerra, los sublevados ya habían dominado seis de las ocho capitales andaluzas, permaneciendo únicamente Almería y Jaén en zona republicana. De hecho, la provincia almeriense fue la única que se mantuvo íntegramente en dicha zona durante todo el tiempo que duró el enfrentamiento armado. Además, no llegaron a existir frentes de guerra establecidos en su circunscripción durante los 33 meses que duró el conflicto.

Hubo dirigentes del bando republicano que no quisieron salir de España, ya fuera por el convencimiento de no haber cometido ningún delito, o por creer en la “paz honrosa” que intentaba negociar el coronel Casado con Franco. Otros, en cambio, más realistas y conscientes de la represión que se iba a iniciar por parte de los vencedores, intentaron huir al extranjero. Algunos, como Manuel Alférez, alcalde de la capital, o Cayetano Martínez Artés, presidente del Consejo Provincial, no lo consiguieron y, tras juicio sumarísimo, fueron fusilados a los pocos meses de terminar la guerra. Los principales dirigentes del PCE o la JSU, a pesar de que muchos de ellos habían estado detenidos hasta el día 28 de marzo, consiguieron escapar en un barco en la madrugada siguiente, pocas horas antes de que los franquistas dominaran la ciudad. 

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