A finales de marzo de 1939, como en el resto de España, la guerra se acababa
en Andalucía. Desde la caída de Málaga y el posterior avance de las tropas
franquistas hasta posiciones cercanas a la provincia almeriense, hechos producidos
un par de años antes, apenas habían variado los frentes de batalla en la región. Es
decir, tras finalizar el primer invierno vivido en conflicto, el Gobierno republicano
sólo ejercía el control en las provincias de Almería y Jaén (salvo unos pocos
municipios en esta última), en las comarcas orientales de Granada (Guadix-Baza) y
en algunas localidades del norte de Córdoba. Así, cuando había transcurrido poco
más de un semestre de guerra, los sublevados ya habían dominado seis de las ocho
capitales andaluzas, permaneciendo únicamente Almería y Jaén en zona republicana.
De hecho, la provincia almeriense fue la única que se mantuvo íntegramente en dicha
zona durante todo el tiempo que duró el enfrentamiento armado. Además, no
llegaron a existir frentes de guerra establecidos en su circunscripción durante los 33
meses que duró el conflicto.
Hubo dirigentes del bando republicano
que no quisieron salir de España, ya fuera por el convencimiento de no haber
cometido ningún delito, o por creer en la “paz honrosa” que intentaba negociar el
coronel Casado con Franco. Otros, en cambio, más realistas y conscientes de la
represión que se iba a iniciar por parte de los vencedores, intentaron huir al
extranjero. Algunos, como Manuel Alférez, alcalde de la capital, o Cayetano
Martínez Artés, presidente del Consejo Provincial, no lo consiguieron y, tras juicio
sumarísimo, fueron fusilados a los pocos meses de terminar la guerra. Los
principales dirigentes del PCE o la JSU, a pesar de que muchos de ellos habían
estado detenidos hasta el día 28 de marzo, consiguieron escapar en un barco en la
madrugada siguiente, pocas horas antes de que los franquistas dominaran la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario